Compartimos el reportaje realizado en su momento para el Webmagazine Rock Cultura. Texto cedido por la Autora para Nuestro Medio de Prensa.
Iron
Maiden en Buenos Aires, Argentina
Quilmes
Rock Festival
Estadio
José Amalfitani, Vélez Sarsfield
Marzo 28
de 2009
Que venía, que no venía, que no incluían a Buenos
Aires en la gira 2009… ¿Quéeeee?, dije, a Colombia sí y me alegré por el
público de allá porque iba a tener a la banda una vez más, sería la revancha
para quienes el año anterior no pudieron asistir o para quienes casi no pueden
entrar y escucharon medio concierto afuera del parque; pero ¿Y los que no
estamos allá?. Finalmente sí vinieron para el Quilmes Rock Festival. ¡Bien!, más que bien.
Después la indecisa era yo. Sí voy, no voy. Ya los
ví, no tengo plata, vienen otras bandas, mejor guardo para otro concierto.
¡Nooo, yo quiero ir! Fui, Iron Maiden es Iron Maiden.
El parche… bueno esa era mi intención, obvio,
pensé, va Pablo Midian, seguro, si no fue el año pasado, este sí. ¡No! No pudo.
Bueeeeeeeeh…, voy sola, una vez más me animo a ir sola. Coordiné al final para
ir con una amiga (Vero), a quien descubrí rockera hace poco. La idea era ir a
la misma localidad, esta vez mejor ubicada para ver; no hubo forma de conseguir
en la misma platea, así que lo único que pudimos fue ir juntas al estadio y
salir de allá, una vez en la entrada nos separamos.
Llegar a la cancha de Vélez era nuevo para mí; ya
había pasado un par de veces en el colectivo pero no me quedaba muy claro hacia
qué parte quedaba, sólo sabía que era Liniers por donde paso generalmente de
largo. Ya en el tren, obviamente por la hora, el concierto ya había comenzado
pero no imaginamos que fuera tan avanzado. En la estación se veía gente vestida
de negro corriendo hacia los trenes (estos van para el estadio también); dentro
del vagón mucha gente y un buen porcentaje en el mismo plan que nosotras (con
la misma cara de apuro, con ganas de llegar ya a Liniers). Se subió un man con
el celular en emisora (milagrosamente no sonaba el chiquisssssshí
chiquisssssshí chiquisssssshí de la cumbia, sino el doble bombo muy
acelerado de una batería y alguien que quería romper los tarros de la misma…
mmmm, ¿será el concierto?). Todos volteamos a mirar (interesados y no
interesados, deleitados y sorprendidos o disgustados), pregunta obligada… ¿es
el recital?, ¿Qué banda? “Sepultura” (¡Cóño! Me importaba esa banda
además de Maiden… ojalá que llegue antes de que acaben). El grupo conformado en
la parte trasera del vagón lo envolvió (lo envolvimos) para ir escuchando,
soñando estar allá ubicados. El tren andaba cada vez más lento a nuestro parecer,
nos daba ganas de bajar a las líneas a empujarlo… Paciencia, faltan dos
estaciones (dos estaciones eternas).
¡Liniers!, a caminar rápido. Encontrar la entrada,
la gente caminaba en todos sentidos, campo y norte para un lado y platea sur
para otro. “Chau, nos vemos a la salida”. Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh! Continuaba
tocando Sepultura.
¡Ubicada! Cuatro canciones escuché, ¡Los ví! (en
campo no hubiera podido ver más que las cabezas de los gigantes delante de mí y
las estrellas de ese cielo espectacular que nos acompañó).
Intermedio, no muy largo, con buena música de
fondo. Me dediqué a ver el estadio y a recordar el concierto de 2008… “Qué bien
ubicada que estoy este año”. Apagaron las luces y Maiden… Todos estábamos
enloquecidos (unos más que otros, como siempre).
El repertorio excelente, el mismo del año anterior
(la misma gira “Somewhere Back In Time
World Tour” en su versión 2009) con unos temas adicionales que intercalaron
durante el concierto. La escenografía espectacular, con telones y motivos tridimensionales
que trajeron en vivo las carátulas de sus álbumes, especialmente a
“Powerslave”. Más fuegos artificiales que hicieron que la multitud, al ritmo de
las cuerdas y la incansable voz de Dickinson, gritara, saltara y agitara sus
cabezas uniformemente como un solo ser. Eddie, gigante, caminando en el
escenario por entre los músicos, ¡La muerte!, ¡Lo mejor! Botando fuego por sus
ojos. ¡Vivo!. Un concierto que repetí y si puedo repito una y otra vez.
Aún siendo la segunda vez que veo el espectáculo,
no dejó de sorprenderme el dinamismo del vocalista de la banda. No paró ni un
segundo, corrió, saltó, subió y bajó innumerables veces de las tarimas. Su voz
no se quedó nunca, su ritmo nunca bajó. De la misma forma, Harris (en el bajo),
Murray, Smith y Gers (en las guitarras) no dejaron de moverse en el escenario y
de interactuar con el público que encabezaba la masa en la localidad de
“campo”, acercándose al borde, de lado a lado como abarcando a las 40 mil
personas que llenábamos la cancha.
La personificación de Dickinson como soldado en
“The Trooper” de nuevo nos puso a gritar y cantar mientras agitaba la bandera
de gran tamaño (sin problemas ni chiflidos, entendiéndola en el contexto del
espectáculo).
Las luces apagadas. Sólo las luces los celulares y
cámaras que grababan encendidas en un plano de camisetas negras, fueron el
contenedor en el inicio de “Fear of The Dark” (una de mis canciones
preferidas). Eso hizo que mi piel se pusiera de gallina de la emoción que
sentí.
Todas las canciones, los cambios de telón, las
apariciones de Eddie, los movimientos de la banda, en incesable correr de Bruce
Dickinson, los saludos al público, el anuncio de un video de la gira en el cual
aparecería este concierto, la emoción de verlos de nuevo (y mejor), me hicieron
gritar hasta quedar ronca, casi disfónica. Me sentí feliz y, aunque estos
momentos generalmente son muy buenos al ser compartidos con amigos, parceros,
compañeros rockeros, no me sentí sola, estaba acompañada por 40.000 o más
personas que, al igual que yo, estaban compenetradas con la banda. Era puro
Metal, ¡del mejor!
El sonido, impecable. Estuvo muy bueno, sin embargo
hubo momentos en los que me sentí en el Parque Simón Bolívar, donde por el
viento, el sonido viene por oleadas. Esto último no me disgustó en ningún
momento, me hizo sentir más cerquita de lo mío, más acompañada.
El público, nosotros, ¡Muy bien! El comportamiento
dentro del campo fue el apropiado (sin problemas que entorpecieran el curso de
las cosas ni apatía que significara pocas ganas de ver las bandas del
festival). Con aplausos, gritos, cantos, silbidos y otras manifestaciones
aclamamos a Iron Maiden. Acompañamos a coro las canciones y pedimos más y más…
y nos dieron más y más música. ¡Maiden salió tres veces más!
Aunque en la prensa se pudo leer a cerca de
disturbios en las puertas durante el acceso, lo podemos ver como lo común en
estos eventos producto de la deficiencia de accesos, la intolerancia de quienes
deben controlar (sin dejar a un lado que no es tarea fácil) y el desorden propio
de un público ávido de escuchar a su banda y tener un buen lugar, no se vio
nada anormal, ni locales destruidos, ni autos abollados, ni el camión de la
policía llena, sólo el rumor de las vallas tiradas abajo por un millar de
fanáticos y una gran cantidad de basura acumulada a un lado de los puestos de
control (todo aquello que no te dejaban ingresar, que se reduce a los envases
de las bebidas, porque acá no te sacan ni las botas, ni los cinturones, ni los
ganchos, ni las llaves de tu casa, entre otras prendas o pertenencias). Yo no
tengo queja considerando que llegué bastante tarde, pero aclarando que para
cuando comenzó Maiden, siguieron ingresando muchas más personas. A la salida,
todos íbamos extasiados con lo que acabábamos de ver, oír, sentir; ya no quedaba
más que salir del lugar, seguir con una celebración e ir a casa felices. Sin
problema la salida, la horda caminó hasta alcanzar las avenidas para tomar el
colectivo o la estación de tren. El puente era una enorme fila, todos llenos,
plenos. Los trenes de nuevo repletos de hombres y mujeres de negro, en su
mayoría. Todos comentando o cantando. Los colectivos a reventar… Yo tuve
suerte, tomé uno apenas llegué a la avenida, al que corrí por una cuadra y que
me dejó frente a casa, en el que se podía respirar.
Una vez más asistí a un concierto de Iron Maiden, y
el que dijo que las segundas partes no son buenas, se equivocó porque ésta ¡fue
excelente!. No fui a otros recitales que ofreció el Quilmes Rock, ni a otros que hubo antes o después, a los cuales quería
ir y lo hubiera hecho de tener el dinero, pero éste fue de los más grandes
regalos de cumpleaños que recibí. Y si puedo, insisto, ¡Repito!
Up The Irons!!!!!
María Fernanda Saavedra Lecompte
Arquitecta de Bogotá, Colombia
Residente en Argentina desde 2007
Fue Corresponsal del Webmagazine Rock Cultura