Por: Jose Paschu . Director
El pasado 5 de julio
en el estadio Villa Park de Londres se realizó el esperado concierto benéfico
de despedida de Ozzy Osbourne quien
se retiró oficialmente de los escenarios.
Habiendo adquirido tiquete virtual para la transmisión oficial, al momento de llegar a casa luego de la jornada laboral de sábado, Gojira daba inicio a su participación. Previamente habían pasado Mastodon, Rival Sons, Anthrax, Halestorm, el primero de dos supergrupos, y Alice In Chains. Con este segmento nos pondríamos al día el domingo en completa paz y silencio mental.
A los franceses, cuya intervención en la apertura de los pasados Juegos Olímpicos les dio amplia visibilidad a nivel mundial y toda suerte de comentarios, les siguió el segundo supergrupo de la tarde liderado por Tom Morello. Vimos al ex Judas Priest, K.K. Downing, acometiendo una versión de “Breaking The Law” con Bill Corgan de Smashing Pumpkins haciendo su mejor esfuerzo, y luego a Sammy Hagar reencontrarse con su antiguo compañero en Chickenfoot, Chad Smith, en “Flying High Again”. Tobias Forge/Papa V, de Ghost, hizo lo propio con “Bark At The Moon”. Steven Tyler cerraría el bloque rodeado del buen Ronnie Wood, Rudy Sarzo, y entre otros, Nuno Bettencourt, quien hizo un homenaje a su compatriota fallecido, Diogo Jota. Tremenda interpretación de “Whole Lotta Love”.
Del primer supergrupo destacamos los cortes del álbum “The Ultimate Sin”, favorito del Ozzy solista de quien escribe, en las voces de Lzzy Hale y David Drainman con “Shot In The Dark”. Volviendo a la tarde, Pantera, o tal vez P. Anselmo y compañía, motivaron el momento “viral” de la jornada. Vimos al señor J. Momoa quien fungía de presentador, entregar su teléfono, soltarse el cabello para luego saltar la valla y sumarse al pogo/moshpit como un espectador cualquiera. No debería causar asombro, él mismo ha citado anteriormente su gusto por bandas como Slayer, Pantera, Slipknot y otros más. Tool prosiguió tocando y entre sus tres apariciones, hicieron “Hand Of Doom”. Slayer, con su Thrash Metal visceral que tanto nos movió, mueve y seguirá moviendo así digan que se retiran o regresan, encendió la llama y el público que luego vería a unos Guns N Roses en tarima con todo y limitaciones vocales conocidas que no son objeto de este texto. No caemos en la trampa de opinar desde el púlpito del fanático, como tampoco estamos en capacidad de desacreditar tal o cual artista, simplemente escogemos qué ver/oír y qué no. Lo hemos hecho antes y lo seguiremos haciendo. Pero esa es otra historia. Metallica, con el final del día, dio una muestra de por qué llevan décadas en el mainstream mundial convocando nuevas y algunas viejas generaciones. Hetfield, Ulrich y compañía la tienen clara.
Los clásicos acordes de “O Fortuna” de Carmina Burana, anunciaron el ascenso del Príncipe de las Tinieblas, Ozzy Osbourne, quien desde su trono rodante se tomó el escenario para no soltarlo hasta el final de la noche. Cinco canciones de su repertorio quedaron cortas. Las lágrimas en “Mama, I´m Coming Home” no se podían negar ni mucho menos ocultar. Cerrar su bloque solista con “Crazy Train” fue más que sabio, perfecto. Podrá tener 76 años, su voz no palidece. Por momentos daba la impresión de querer pararse de esa silla. Si eso no es tener energía, entonces no sé qué es. Sus compañeros de armas fueron, el eterno Zakk Wylde, Mike Inez, Adam Wakeman y Tommy Clufetos, a quien vimos en Bogotá en 2013 en la única visita de Black Sabbath a Colombia.
Llegaba, ahora sí, el momento del último paseo de los Cuatro Jinetes, del “a lo que vinimos”, de aquello que sabíamos sucedería aunque lo quisiéramos retrasar. Geezer Butler, Tony Iommi y el maestro de la batería, Bill Ward, saldrían a rodear al viejo Ozzy, para que las sirenas y los acordes iniciales de “War Pigs” se tomaran el Villa Park. “N.I.B.” y “Iron Man”, dieron pie al llamado de Ozzy a “volverse locos por última vez” tanto en el estadio como en conexión mundial, con “Paranoid”. No podía ser otra diferente a esta. Final, y ahora sí, eso fue todo. Los fuegos artificiales, los aplausos, las lágrimas, los abrazos, los brindis y las sonrisas se disolvieron en la noche. Una noche que dejaría un silencio como si de luto se tratase. Un evento que será recordado en mucho tiempo. Las cifras dirían que fuimos más de seis millones de espectadores en línea. Increíble. A quienes dicen que el Rock está muerto, pues no hay tal.
Que digan que vivimos en los tiempos en que cuatro obreros de Birmingham se juntaron y crearon un género en hermosos tonos de gris. Construyeron un nombre, una leyenda, junto a un frontman único, sin medias tintas, tan carismático como genio y figura es John Michael Osbourne. Que digan que vivimos en los tiempos de los fundadores de Black Sabbath, a quienes debemos y agradecemos el amado Metal y sus derivados. Sabemos que veremos partir a nuestros héroes, amigos y familiares, y entre ellos, al incombustible Ozzy Osbourne. Nos queda su música en el alma y en los estantes a los que podremos acudir cada que queramos. Y la vida seguirá siguiendo, con o sin nosotros. Cavernet Rock.