domingo, 18 de noviembre de 2018

KNOTFEST COLOMBIA 2018 – Reportaje

Por: Carlos Orejuela
Fotos: Cavernet Rock
 

Cae la tarde y el desplazamiento hacia el Hipódromo de los Andes transcurre relativamente en calma en medio del caos natural del tráfico vehicular capitalino. Cabe destacar el personal contratado para recibir y guiar a los asistentes al Festival en la Autopista Norte, donde desembarcaron buses y buses llenos de fanáticos y que fue fundamental para facilitar el cruce de la concurrida vía y evitar una tragedia en potencia. Cientos de fanáticos llegaron por oleadas y poco a poco el rio de gente se fue nutriendo con el paso de las horas.

La vista al atravesar el sobrio control de seguridad y validación de boletas provocaba una sensación sobrecogedora, por franjas, el verde césped, las negras camisetas y amarillento cielo del atardecer en la sabana bogotana. Al fondo las carpas propias del Knotfest en sus versiones en otros países que contienen infografías del festival y por supuesto de Slipknot quienes crearon y apadrinan esta primera versión en Colombia, no podían ser la excepción.

El montaje de sonido realmente no dejó nada que desear, el marco de luces y efectos especiales sumados a una pantalla gigante en la parte trasera de la tarima y dos pantallas auxiliares a lado y lado de la tarima dispuesta a servir de marco para las leyendas que íbamos a presenciar, permitieron que todos los asistentes independiente de su ubicación en el amplio espacio principal disfrutaran de una u otra manera el show. Arch Enemy tronaba con furia en el escenario principal. Por su parte, el escenario “Maggot” donde compartieron bandas nacionales e internacionales fungía de tarima secundaria, pequeña en tamaño pero demoledora en sonido y contundencia. Revocation con su propuesta entre el technical death y el thrash metal agresivo preparó los ánimos en este escenario. El ensamble musical logrado y la sensación latente de estar observando un animal rabioso y enfurecido en vivo hizo de los americanos un espectáculo inolvidable. “No Funeral”, canción proveniente del  Chaos of Forms cerró una presentación cargada de energía en el inicio de una noche que ya empezaba a enfriar.

Kreator por su parte en la tarima principal, al mando de Petrozza de manera muy puntual a las 7:00 PM inició con un par de problemas de sonido con “Phantom Antichrist” que a pesar de las dificultades menores envolvió la masa humana de sonido estridente, potente y desgarrado del thrash teutón. Al frontman no le hacía gracia ni mucho menos complacencia el tener que enfrentar tales dificultades por pequeñas que fueran y se notaba en su actitud, dificultades que con plena seguridad no fueron notadas por el 80% del auditorio. Para su tercera canción ya todo estaba en orden y Kreator arrasó completamente con “Enemy of God” que gritamos con emoción seguido por la cadente y decadente “Satan is Real”. El punto más alto de este segmento fue ver la icónica bandera desgastada, ese estandarte que desde la mitad de 1986 ha servido como punto de coyuntura  para los metaleros alrededor del mundo, la bandera del odio, “Flag of Hate”, que ondeando en tarima fue ejecutado con rabia y gritado como un himno de batalla por los verdaderos seguidores. “Phobia”, reconocida por ser de amores y odios entre los adeptos del sonido metal sonó tal cual la conocemos en las grabaciones, perfecta interpretación. Los alemanes, después de un show de fuegos pirotécnicos, al despedirse dieron un par de palabras de agradecimiento a Bogotá y recordaron con agrado que se han sentido especiales y queridos por el público. Petrozza, con un saludo parco, la bandera de Colombia enredada en la correa de la guitarra y una mueca de satisfacción, prometió que volvería.

A continuación Helloween, otro de los platos fuertes del Festival, descargaría nuevamente en el país su espectáculo denominado “Pumpkins United” cuya principal característica es presentar a Kai Hansen y Michael Kiske junto a la alineación actual de los de Hamburgo. El rosario de canciones clásicas de la banda y el segmento a cargo de Mr. Hansen en la voz de cortes de los primeros años antes del suceso de los famosos “Keepers” fue quizás el punto más alto para aquellos seguidores de la vieja escuela que sumados a la infaltable “I Want Out” dejaron a todos satisfechos.  

En la tarima “Maggot” mientras Helloween terminaba su show, Underthreat hacía de las suyas, con relativamente poco público ya que por obvias razones en los conciertos se busca “guardar el puesto” y quedar lo más cerca posible del escenario principal, el movimiento entre escenarios a medida que pasa el tiempo se vuelve más pesado y en algunos casos una misión imposible. Los nacionales demostraron el nivel que poseen tanto individualmente como en bloque. De inicio a fin cuentan con una pared de sonido imponente. Actualmente la banda mejor categorizada en el death metal melódico del país, hizo un repaso completo por sus más de quince años de trayectoria con cortes clásicos para el público como el “Deathmosphere”, que demuestra ser como el buen vino, a más años mejor les suena, y con temas de su última producción The Prison Within que a pesar de ser de 2017 se siente fresco, nuevo y brutal. Estarían en Cali en la Cruzada del Fuego a comienzos de noviembre. Los pocos asistentes supieron corresponder la entrega total y con varios gritos de agradecimiento y admiración se lo hicieron saber a los músicos que con pausa después de una presentación entregada pero algo de prisa apuraban el paso. El Sacerdote venía, estaba cerca.

Helaba la noche en el altiplano, la luna llena alumbraba a contraluz la tarima que tenía poca iluminación y un pequeño ejército de gente trabajando de manera coordinada para instalar el set de Judas Priest. Todo listo y sonando de fondo “War Pigs” de Black Sabbath, de improvisto se corta para dar paso al intro de “Firepower”, de su última producción discográfica. Las luces brillan mucho más que en todas las presentaciones anteriores, Scott Travis a la batería fue el primer integrante junto con Ian Hill en hacer presencia en el escenario, Richie Faulkner y Andy Sneap reemplazando a los legendarios guitarristas Glenn Tipton y K.K Downing originales de la agrupación, Rob Halford, el “Metal God”, con una seguridad implacable, Ray Ban’s Aviator cromadas y un chaleco plateado, con dos gritos inicia el memorable concierto del Sacerdote. Después de “Firepower” y “Running Wild” del Killing Machine, tres canciones legendarias hicieron perfecto juego para la noche, “Grinder”, “Sinner” y “The Ripper”, tocadas casi sin interrupción entre canción y canción a pesar del acostumbrado cambio de abrigo de Halford cuando canta en las frías alturas, entregaron ese inicio poderoso y pausado, de ritmo denso y agudo. El riff de “Desert Plains” inunda el Hipódromo de los Andes y un grito masivo “full moon is rising...” desborda de emoción a un público ya entregado y comprometido con los dioses del heavy metal seguida de “No Surrender”, corte de su última producción que después de tremenda canción tuvo cierto sin sabor y poca respuesta del público. Una pequeña pausa dió para escuchar el inicio de las guitarras emulando sonidos de motores acelerando. En la pantalla se proyectaba una carretera sin fin y Halford cantaba las primeras notas de “Turbo Lover”, punto a punto perfecta ejecución de los músicos, la voz de Rob a sus 67 años ya empezaba a cambiar, a sonar distante, al terminar la canción fue tiempo merecido para el primer receso. Pocos minutos transcurieron, la pantalla se ilumina y suena el intro “Guardians” y “Rising From the Ruins”, canciones nuevas que tienen una carga importante de fuerza y potencia se sienten clásicos en el ambiente que la banda crea. “Freewheel Burning”, “You Got Another Thing Coming” y la fabulosa “Hell Bent for Leather” con todo y Halford a lomos de una Harley Davidson como acostumbra cuando Judas Priest interpreta esta canción, confirmaron la clase de acero de la que está hecha la banda. Travis, desde su máquina de percusión hace introducción a una canción que no puede faltar y que a pesar de ser un tema “quemado” para los seguidores del género y después de un buen juego con el público, anuncia el “Painkiller” al cual la primera nota alta de guitarra Faulkner falla y queda ese pequeño vacío que lejos de manchar la presentación le da ese carisma humano, ese sabor a que a pesar de ser mitológicos en el metal también se equivocan. Rob hizo su mejor esfuerzo en la voz y logró un ochenta por ciento de la canción contando con que de un tiempo para acá el tema se toca afinado una octava más abajo con respecto a la composición original, todo en aras de no sobre exigir la garganta del veterano vocalista quien con los huevos puestos culminó la canción llevándose la ovación del público. Esta canción y en particular esta interpretación en vivo es un bello recordatorio para los fanáticos y músicos en general que los dioses sangran y la honra está en luchar, dar lo mejor de sí y salir victoriosos al final.

Gritos, aplausos, cánticos del público al unísono de “¡Judas, Judas, Judas!”, los invitó después de contados minutos a salir a tarima. El legendario intro “The Hellion” y su siguiente acompañamiento de guitarras dió apertura a la emblemática “Electric Eye”  bellamente interpretada, un poco lenta pero más densa, se le sienten los años y en lugar de debilitarla la han hecho más robusta, más contundente. Siguió el eterno clásico del sacerdote, “Breaking The Law”, cantada por los asistentes a grito en pecho, tanto, que Rob soltó el micrófono y lo apuntó al público en varias ocasiones con una expresión de poder y calma, ellos saben el derroche de emociones que provocan en la gente y se disponen, no a igualarse sino a propiciarlo. Para el cierre, “Living After Midnight”, emotiva despedida de la máquina británica del heavy metal. Los dioses una vez más lo hicieron casi diez años después de su primera visita, dejan la sensación que lo entregaron todo, las cuerdas de reemplazo Sneap y Faulkner más que estar a la altura imprimieron su aporte personal a algo que ya de por si es magno, queda la sensación que Sneap pudo haber sido más notorio y casi protagonista del concierto por su habilidad y merito instrumental pero las circunstancias no se dieron. Al final, con una leve despedida, quedó en la pantalla principal una promesa que esperamos se cumpla pero a su vez la lógica y la razón nos dice que cada día que pasa se hace más difícil cumplir, “The Priest Will Be Back”, el Sacerdote volverá.

El Festival como tal es bálsamo para una escena nacional cansada de lo mismo y abierta a nuevas propuestas, hacemos mención a Kilcrops, Masacre, High Rate Extinction, Pitbull y Cuentos de los Hermanos Grind, de los cuales escuchamos muy buenos comentarios y estamos seguros que dejaron muy en alto el nombre del metal nacional frente a poderosos exponentes. Recomendamos a los oriundos de Louisiana, Goatwhore, a quienes ya presenciamos en vivo en el Manizales Grita Rock 2017 y que con su metal variopinto pero siempre denso, contundente y bien hecho compartieron horarios que nos impidió disfrutarlos de nuevo. Gracias por hacer parte de este evento, que para llevar a cabo esas 16 horas de música estamos seguros que se invirtió mucho más que una vida contada en horas realizar. A los Organizadores que pudieron manejar más de quince mil personas, en términos de transporte, alimentación, seguridad, comodidad, cuestiones que a menudo resultan más complejas que el concierto en sí. Excelente logística, a todos, gracias. Cavernet Rock.



Publicado en versión impresa
en la Revista Tattoo Metal Head, Bogotá,
Edición N° 196, Noviembre de 2018.