Por: Carlos Orejuela
Fotos: Cavernet Rock
Cae la tarde y
el desplazamiento hacia el Hipódromo de los Andes transcurre relativamente en
calma en medio del caos natural del tráfico vehicular capitalino. Cabe destacar
el personal contratado para recibir y guiar a los asistentes al Festival en la Autopista
Norte, donde desembarcaron buses y buses llenos de fanáticos y que fue
fundamental para facilitar el cruce de la concurrida vía y evitar una tragedia
en potencia. Cientos de fanáticos llegaron por oleadas y poco a poco el rio de
gente se fue nutriendo con el paso de las horas.
La vista al
atravesar el sobrio control de seguridad y validación de boletas provocaba una
sensación sobrecogedora, por franjas, el verde césped, las negras camisetas y
amarillento cielo del atardecer en la sabana bogotana. Al fondo las carpas
propias del Knotfest en sus versiones en otros países que contienen infografías
del festival y por supuesto de Slipknot quienes crearon y apadrinan esta
primera versión en Colombia, no podían ser la excepción.
El montaje de
sonido realmente no dejó nada que desear, el marco de luces y efectos
especiales sumados a una pantalla gigante en la parte trasera de la tarima y
dos pantallas auxiliares a lado y lado de la tarima dispuesta a servir de marco
para las leyendas que íbamos a presenciar, permitieron que todos los asistentes
independiente de su ubicación en el amplio espacio principal disfrutaran de una
u otra manera el show. Arch Enemy tronaba con furia en el escenario principal. Por su parte, el escenario “Maggot”
donde compartieron bandas nacionales e internacionales fungía de tarima
secundaria, pequeña en tamaño pero demoledora en sonido y contundencia. Revocation con su propuesta entre el
technical death y el thrash metal agresivo preparó los ánimos en este
escenario. El ensamble musical logrado y la sensación latente de estar
observando un animal rabioso y enfurecido en vivo hizo de los americanos un espectáculo
inolvidable. “No Funeral”, canción proveniente del Chaos
of Forms cerró una presentación cargada de energía en el inicio de una
noche que ya empezaba a enfriar.
Kreator
por
su parte en la tarima principal, al mando de Petrozza de manera muy puntual a
las 7:00 PM inició con un par de problemas de sonido con “Phantom Antichrist”
que a pesar de las dificultades menores envolvió la masa humana de sonido
estridente, potente y desgarrado del thrash teutón. Al frontman no le hacía
gracia ni mucho menos complacencia el tener que enfrentar tales dificultades
por pequeñas que fueran y se notaba en su actitud, dificultades que con plena
seguridad no fueron notadas por el 80% del auditorio. Para su tercera canción
ya todo estaba en orden y Kreator arrasó completamente con “Enemy of God” que
gritamos con emoción seguido por la cadente y decadente “Satan is Real”. El
punto más alto de este segmento fue ver la icónica bandera desgastada, ese
estandarte que desde la mitad de 1986 ha servido como punto de coyuntura para los metaleros alrededor del mundo, la
bandera del odio, “Flag of Hate”, que ondeando en tarima fue ejecutado con rabia
y gritado como un himno de batalla por los verdaderos seguidores. “Phobia”,
reconocida por ser de amores y odios entre los adeptos del sonido metal sonó
tal cual la conocemos en las grabaciones, perfecta interpretación. Los
alemanes, después de un show de fuegos pirotécnicos, al despedirse dieron un
par de palabras de agradecimiento a Bogotá y recordaron con agrado que se han
sentido especiales y queridos por el público. Petrozza, con un saludo parco, la
bandera de Colombia enredada en la correa de la guitarra y una mueca de
satisfacción, prometió que volvería.
A continuación Helloween, otro de los platos fuertes
del Festival, descargaría nuevamente en el país su espectáculo denominado
“Pumpkins United” cuya principal característica es presentar a Kai Hansen y
Michael Kiske junto a la alineación actual de los de Hamburgo. El rosario de
canciones clásicas de la banda y el segmento a cargo de Mr. Hansen en la voz de
cortes de los primeros años antes del suceso de los famosos “Keepers” fue
quizás el punto más alto para aquellos seguidores de la vieja escuela que
sumados a la infaltable “I Want Out” dejaron a todos satisfechos.
En la tarima “Maggot”
mientras Helloween terminaba su show, Underthreat
hacía de las suyas, con relativamente poco público ya que por obvias razones en
los conciertos se busca “guardar el puesto” y quedar lo más cerca posible del escenario
principal, el movimiento entre escenarios a medida que pasa el tiempo
se vuelve más pesado y en algunos casos una misión imposible. Los nacionales
demostraron el nivel que poseen tanto individualmente como en bloque. De
inicio a fin cuentan con una pared de sonido imponente. Actualmente la banda
mejor categorizada en el death metal melódico del país, hizo un repaso completo
por sus más de quince años de trayectoria con cortes clásicos para el público
como el “Deathmosphere”, que demuestra ser como el buen vino, a más años mejor
les suena, y con temas de su última producción The Prison Within que a pesar de ser de 2017 se siente fresco,
nuevo y brutal. Estarían en Cali en la Cruzada
del Fuego a comienzos de noviembre. Los pocos asistentes supieron
corresponder la entrega total y con varios gritos de agradecimiento y
admiración se lo hicieron saber a los músicos que con pausa después de una
presentación entregada pero algo de prisa apuraban el paso. El Sacerdote venía,
estaba cerca.
Helaba la noche
en el altiplano, la luna llena alumbraba a contraluz la tarima que tenía poca
iluminación y un pequeño ejército de gente trabajando de manera coordinada para
instalar el set de Judas Priest.
Todo listo y sonando de fondo “War Pigs” de Black Sabbath, de improvisto se
corta para dar paso al intro de “Firepower”, de su última producción
discográfica. Las luces brillan mucho más que en todas las presentaciones
anteriores, Scott Travis a la batería fue el primer integrante junto con Ian
Hill en hacer presencia en el escenario, Richie Faulkner y Andy Sneap
reemplazando a los legendarios guitarristas Glenn Tipton y K.K Downing originales
de la agrupación, Rob Halford, el “Metal God”, con una seguridad implacable, Ray
Ban’s Aviator cromadas y un chaleco plateado, con dos gritos inicia el
memorable concierto del Sacerdote. Después de “Firepower” y “Running Wild” del Killing Machine, tres canciones
legendarias hicieron perfecto juego para la noche, “Grinder”, “Sinner” y “The Ripper”,
tocadas casi sin interrupción entre canción y canción a pesar del acostumbrado
cambio de abrigo de Halford cuando canta en las frías alturas, entregaron ese
inicio poderoso y pausado, de ritmo denso y agudo. El riff de “Desert Plains”
inunda el Hipódromo de los Andes y un grito masivo “full moon is rising...” desborda de emoción a un público ya
entregado y comprometido con los dioses del heavy metal seguida de “No Surrender”,
corte de su última producción que después de tremenda canción tuvo cierto sin
sabor y poca respuesta del público. Una pequeña pausa dió para escuchar el
inicio de las guitarras emulando sonidos de motores acelerando. En la pantalla
se proyectaba una carretera sin fin y Halford cantaba las primeras notas de
“Turbo Lover”, punto a punto perfecta ejecución de los músicos, la voz de Rob a
sus 67 años ya empezaba a cambiar, a sonar distante, al terminar la canción fue
tiempo merecido para el primer receso. Pocos minutos transcurieron, la pantalla
se ilumina y suena el intro “Guardians” y “Rising From the Ruins”, canciones
nuevas que tienen una carga importante de fuerza y potencia se sienten clásicos
en el ambiente que la banda crea. “Freewheel Burning”, “You Got Another Thing Coming”
y la fabulosa “Hell Bent for Leather” con todo y Halford a lomos de una Harley
Davidson como acostumbra cuando Judas Priest interpreta esta canción,
confirmaron la clase de acero de la que está hecha la banda. Travis, desde su máquina
de percusión hace introducción a una canción que no puede faltar y que a pesar
de ser un tema “quemado” para los seguidores del género y después de un buen
juego con el público, anuncia el “Painkiller” al cual la primera nota alta de
guitarra Faulkner falla y queda ese pequeño vacío que lejos de manchar la
presentación le da ese carisma humano, ese sabor a que a pesar de ser
mitológicos en el metal también se equivocan. Rob hizo su mejor esfuerzo en la
voz y logró un ochenta por ciento de la canción contando con que de un tiempo
para acá el tema se toca afinado una octava más abajo con respecto a la
composición original, todo en aras de no sobre exigir la garganta del veterano
vocalista quien con los huevos puestos culminó la canción llevándose la ovación
del público. Esta canción y en particular esta interpretación en vivo es un
bello recordatorio para los fanáticos y músicos en general que los dioses
sangran y la honra está en luchar, dar lo mejor de sí y salir victoriosos al
final.
Gritos,
aplausos, cánticos del público al unísono de “¡Judas, Judas, Judas!”, los invitó después de contados minutos a
salir a tarima. El legendario intro “The Hellion” y su siguiente acompañamiento
de guitarras dió apertura a la emblemática “Electric Eye” bellamente interpretada, un poco lenta pero más
densa, se le sienten los años y en lugar de debilitarla la han hecho más
robusta, más contundente. Siguió el eterno clásico del sacerdote, “Breaking The
Law”, cantada por los asistentes a grito en pecho, tanto, que Rob soltó el micrófono
y lo apuntó al público en varias ocasiones con una expresión de poder y calma,
ellos saben el derroche de emociones que provocan en la gente y se disponen, no
a igualarse sino a propiciarlo. Para el cierre, “Living After Midnight”, emotiva
despedida de la máquina británica del heavy metal. Los dioses una vez más lo
hicieron casi diez años después de su primera visita, dejan la sensación que lo
entregaron todo, las cuerdas de reemplazo Sneap y Faulkner más que estar a la
altura imprimieron su aporte personal a algo que ya de por si es magno, queda
la sensación que Sneap pudo haber sido más notorio y casi protagonista
del concierto por su habilidad y merito instrumental pero las circunstancias no
se dieron. Al final, con una leve despedida, quedó en la pantalla principal una
promesa que esperamos se cumpla pero a su vez la lógica y la razón nos dice que
cada día que pasa se hace más difícil cumplir, “The Priest Will Be Back”, el Sacerdote
volverá.
El Festival como
tal es bálsamo para una escena nacional cansada de lo mismo y abierta a nuevas
propuestas, hacemos mención a Kilcrops,
Masacre, High Rate Extinction, Pitbull
y Cuentos de los Hermanos Grind,
de los cuales escuchamos muy buenos comentarios y estamos seguros que dejaron
muy en alto el nombre del metal nacional frente a poderosos exponentes. Recomendamos
a los oriundos de Louisiana, Goatwhore,
a quienes ya presenciamos en vivo en el Manizales Grita Rock 2017 y que
con su metal variopinto pero siempre denso, contundente y bien hecho
compartieron horarios que nos impidió disfrutarlos de nuevo. Gracias por hacer parte de
este evento, que para llevar a cabo esas 16 horas de música estamos seguros que
se invirtió mucho más que una vida contada en horas realizar. A los Organizadores
que pudieron manejar más de quince mil personas, en términos de transporte,
alimentación, seguridad, comodidad, cuestiones que a menudo resultan más complejas
que el concierto en sí. Excelente logística, a todos, gracias. Cavernet Rock.
Publicado en versión impresa
en la Revista Tattoo Metal Head, Bogotá,
Edición N° 196, Noviembre de 2018.